jueves, 5 de diciembre de 2013

El gusto por la paradoja


Todo en la vida de Pessoa, (Lisboa,1888-1935), fue en gran medida paradójico. Este poeta universal de las letras portuguesas era un hombre al que le gustaba escabullirse entre la sinceridad fingida y el sincero fingimiento. Cuando leí por primera vez el Libro del desasosiego, ese diario íntimo en forma de poema en prosa, me di cuenta, al finalizar su lectura, de que tenía subrayado gran parte de sus páginas. Este hecho me llevó a releer lo marcado con el lápiz, y aquellos destellos de frases incompletas y deslumbrantes perlas oceánicas me descubrieron a un excepcional aforista. Después me aproximé a su poesía, y en las Odas de Ricardo Reis constaté que también su poesía estaba impregnada de paradojas. Lo último que abordé de la escritura del autor lisboeta fue El banquero anarquista, una pieza narrativa, tan feroz como ideológica, sobre la falacia de la emancipación del individuo en una sociedad igualitaria. Como antes apunté, toda la escritura de Pessoa tiene una cadencia natural hacia el aforismo. Recuerdo con entusiasmo una de aquellas frases subrayadas, muy recurrente, que se mantiene en mi memoria y que decía: Un barco parece ser un objeto cuyo fin es navegar; pero su fin no es navegar, sino llegar a un puerto.

Acabo de leer con sumo deleite Aforismos, de Fernando Pessoa, editado en la colección A la mínima de la editorial Renacimiento, un volumen que aglutina un amplio panel de las reflexiones y divagaciones de todo género y condición que el portugués escribió de manera entretejida en su prosa y poesía, recopiladas bajo la selección del profesor José Luis García Martín. Esta colección que viene publicando Renacimiento de un tiempo a esta parte, bajo la dirección de Manuel Neila, es una tentación para todos los que sentimos debilidad por el aforismo, este género tan persuasivo y prolijo. Por eso nos gustan tanto esos relámpagos, como los llama Ramón Eder, porque parecen universales y tienen algo de anónimo, o como apostilla Trapiello: tienen algo de apócrifo, porque en la noche de la literatura, todos los aforismos son pardos.

Diez muestras de estos vislumbres de nuestra condición humana, según el artista portugués del desasosiego, extraídos de esta antología:

Para mí, pensar es vivir y sentir no es más que el alimento del pensar.

Leer es soñar de la mano de otro.

La literatura, como todo arte, es una confesión de que la vida no basta.

Es necesario que cada uno se multiplique por sí mismo.

¡Cuesta tanto ser sincero cuando se es inteligente! Es como ser honesto cuando se es ambicioso.

El hombre no sabe más que los otros animales; sabe menos. Ellos saben lo que necesitan saber; nosotros no.

Cada cosa tiene su tiempo a su tiempo.

El pasado es el presente del recuerdo.

Cada hombre es un mundo. Y hay un dios para cada hombre.

Nunca se vuelve. El lugar al que se vuelve es siempre otro.



Los Aforismos de Pessoa es un volumen bello y elocuente, tan cuidado, como estimulante. Un tomito seleccionado y traducido por García Martín, también cultivador de aforismos y, por tanto, nada lego en el asunto. Y aquí, en este pequeño libro, el rédito para el lector se acrecienta gracias a la maestría de Pessoa, poeta solitario y resistente, con gran gusto por la paradoja, que deja su voz y tributo en esta memorable colección de aforismos para alivio de nuestras tribulaciones.


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