jueves, 16 de enero de 2014

La realidad supera a la ficción


Fue deliberado. Me compré el libro porque no quería perderme la novela del año, según los críticos. Me había resistido anteriormente, cuando se publicó allá por el mes de marzo, pues no me olvidaba de haber salido trastabillado de su Crematorio, y mira que con La buena letra quedé prendado de este autor por la sobriedad y sutileza de su escritura. Así que me sumergí con cautela En la orilla, en busca de sus tesoros guardados, entre las cuatrocientas páginas y pico del libro, y me sentí fatigado desde los primeros compases, deambulando por el camino pedregoso de una narración dura y ácida, de mucho pesimismo, pero, sobre todo, como me lo suponía: una escritura muy exigente, de ritmo tan denso y lento. De manera que tuve que solapar esta lectura con otras para aliviarme y no desfallecer.

Rafael Chirbes (Tabernes de Valldigna, Valencia, 1949) cuenta la realidad seca de un entorno y de una época reciente de la historia de nuestro país. En la orilla es una novela que explica de forma implacable lo sucedido en España en los últimos lustros: la ruina devenida por tanto exceso y abuso, donde la codicia, la traición y la explotación del sistema ha hecho estragos. Y es con estas mimbres cómo el escritor valenciano teje la trama narrativa de esa realidad despreciable, que sucumbe a propios y extraños del lugar. La historia de Esteban y su carpinteria, engullida por la crisis, es una muestra, un episodio más de una sociedad estrangulada por la avaricia y el egoismo afilado de unos cuantos. No es una novela fácil de digerir, que se hace larga y requiere entereza ante tanta actitud recontada.

En la orilla es un libro árido que muestra unos personajes devastados y amargados por el sino de sus vidas lastradas por una crisis impensable que, una vez mostrado su verdadero rostro, deglute todo el futuro de los ingenuos y desvalidos. Chirbes se vale de las descripciones del paisaje para retratar a sus desfavorecidas víctimas: los olvidados que sortean a duras penas la dificultad de sobrevivir.



No voy a cuestionar el chorro de críticas que han encumbrado esta novela hasta aclamarla como la mejor novela del año, pero a mí, reseñista fútil y sin ataduras, me ha parecido un artefacto literario duro de roer, aburrido, de monotonía excesiva. La gran novela de la crisis, la llaman algunos. Mi experiencia lectora es tangencialmente opuesta, porque la gran crisis la he tenido yo leyendo este oneroso relato que cuenta una terrible realidad y que, en esta ocasión, nunca mejor dicho, la realidad supera a la ficción.

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