lunes, 23 de junio de 2014

Voces de acá

El arte de deleitar, persuadir o conmover no surge de lo extensivo, sino que sale cada vez con más prontitud y frecuencia de lo breve y simple, de ese fascinante y silencioso poder que posee lo escueto. Un arte antiguo y noble nombrado de muchas maneras: aforismos, proverbios, máximas, sentencias, adagios, refranes, epigramas, dichos..., una infinidad de apariencias para afinar en la concisión de las ideas, como decía Mark Twain: transmitir un mínimo sonido con un máximo de sentido; o como afirma el maestro Ramón Eder: el aforismo es una enorme minucia, es la gracia de la brevedad.

Para un entusiasta de este género de lo breve, seguir descubriendo a autores de todos los tiempos, practicantes de estas paradojas fragmentarias, es toda una aventura silenciosa y emocionante, como le gusta al buscador de trufas adentrarse en la espesura del bosque tras la pista de esos tesoros gastronómicos escondidos.

Uno de mis últimos hallazgos se lo debo a Alejandra Pizarnik que, en sus Diarios, menciona a las voces de Antonio Porchia, que es así como este escritor de lo sintético llamaba a sus aforismos, y afirma que el libro del argentino es el más solitario, el más profundamente solo que se ha escrito en el mundo.

Sin duda, si hay una obra que represente la reivindicación de la brevedad y soledad, nos tenemos que referir al autor de Voces, Antonio Porchia (Conflenti, 1885- Vicente López [Buenos Aires], 1968). La Editorial Pre-textos publicó en 2006 toda su producción aforística bajo el título Voces Reunidas, un extraordinario volumen que reúne no solo la totalidad de sus lúcidas voces, sino un acercamiento al estudio y detalle del pensamiento de este gran maestro italo-argentino, de la mano de Daniel González Dueñas y Alejandro Toledo.

Porchia era un escritor poco convencional que esquivaba los ruidos literarios y cualquier elogio de la crítica; no confiaba en ninguna certidumbre y siempre mostró más preocupación por lo poco que significaba la vida en general. Al contrario de lo que ha caracterizado a buena parte de la tradición aforística, Porchia se aleja de toda presuntuosidad en la construcción de sus ideas, no pretende deslumbrar, sino alumbrar con su hondura. Sus voces están cargadas de profundidad y densa sabiduría, pero sin extravagancias, todo lo contrario, son pensamientos surgidos de su experiencia, de sus vivencias de hombre sencillo, de hombre de barrio, amigo de sus amigos. Preguntado por su afinidad anarquista, respondía con aplomo: Fui muchas cosas. Tantas que no estoy en ninguna cosa.

La obra de Porchia encierra un compromiso inquebrantable con los desfavorecidos y con el dolor de los demás: No hay un dolor que no llame (VR 772). Fue un hombre de contrastada bondad, tras su rostro rudo de campesino calabrés, guardaba un alma sencilla y tierna hacia todo lo que le rodeaba: En un alma llena cabe todo y en una vacía no cabe nada.¡Quién comprende!(VR 330). Siendo la vida esencialmente dolor, para Porchia no hay remedio más eficaz para combatirlo que la medicina de la vida: Para librarme de lo que vivo, vivo (VR 422). Y en otra de sus voces más elocuentes afirma: Nadie se convence de que la vida es así, como se vive (VR 686). La modesta existencia de este sofista de la pequeñez de la vida tuvo consonancia con su modus vivendi: Vivo de las concesiones que yo mismo me otorgo (VR 810). Su austeridad y sencillez se forjaron en la propia necesidad de las cosas: Se aprende a no necesitar, necesitando (VR 362).

La obra intemporal de Antonio Porchia es un ejemplo poco común de coherencia, sencillez y libertad creadoras. Siempre mostró su preocupación por la vida, en cambio, la muerte era un asunto de asombro y reflexión permanente; para él, el morir demanda una muerte humana. Por eso dejó plasmado este aforismo tan brillante: Saber morir cuesta la vida (VR 457).

La sabiduría de Porchia es desconcertante y se halla en la unión indisoluble de vivir y comprender. Las voces le salían sin proponérselo, hablaba así, su hondura radica en lo insignificante, porque para él: lo hondo, visto con hondura, es superficie (VR 236).

En definitiva, las 1182 voces reunidas, una tras otra, pausadas y pensadas, suponen el compendio biográfico de un excelente aforista, autor de una obra inmortal e indispensable que conviene tener a mano, surgida del habla, de lo que se dice y habla en lo cotidiano. De ahí que Porchia lance sus voces al viento, consciente de la instantaneidad y prioridad de lo dicho con la máxima sencillez de las palabras.

Voces Reunidas es un libro magnífico, para leer y releer al azar, una constante reflexión sobre el enigma de la vida y de la identidad personal, un conjunto de voces del más allá que nos llegan al más acá.

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