jueves, 16 de junio de 2016

Infancia y juventud

Entre estas dos etapas fundamentales de la vida, infancia y juventud, trascurre el nuevo libro de Vicente Valero (Ibiza, 1963). En esta ocasión, el escritor y poeta ibicenco desempolva su pasado en Las transiciones (Periférica, 2016), con el repaso de su vida en dichas etapas, en los años setenta, y a través de unos pocos hechos cruciales que protagonizan la cuadrilla formada por cuatro amigos íntimos del colegio.

A partir de Los extraños (2014), Valero se estrenó en el género narrativo, un territorio donde el juego ficción-realidad supuso para él un cambio de rumbo feliz en su ya dilatada trayectoria poética que derivó en una sorprendente acogida por parte de la crítica y del público. La audacia literaria de sus relatos denotaron a las claras la viveza de su estilo y la apuesta irreductible por la verdad de su universo literario, en concordancia con su manera de sentir la vida y la literatura desde la propia experiencia.

En esta nueva propuesta narrativa, el autor nos presenta una novela de formación, un trabajo cuidadoso sobre la memoria reciente de sus años de adolescencia para contarnos los avatares de sus protagonistas en la isla de Ibiza donde viven todos ellos, en los días en los que se produce la muerte de Franco y en los siguientes, marcados por la incipiente transición democrática del país. Cuatro vidas que se van reconstruyendo por medio de un relato que avanza a saltos, simultaneando el presente narrativo y la evocación del pasado, hasta configurar un paisaje coherente y complejo de una época importante en la vida de los personajes, como de igual forma lo fue para el resto de todos los que vivíamos en la península.

El narrador, amigo inseparable de la infancia de Ignacio, Antonio y Julio, recuerda aquellos momentos memorables que pasaron juntos en el mismo colegio y aquellos primeros años de juventud cuando se produce el reencuentro en la isla que los vio nacer, al cabo de veinte años, en el funeral de uno de ellos. A su alrededor reaparecen otros personajes secundarios interesantes como Amelia, amiga y confidente del narrador, y don Alfonso, un viejo aguerrido y emprendedor hotelero, abuelo de Ignacio, que participan en diferentes episodios, cada uno en la posición social que las circunstancias les reservaba.

Valero, por medio de una voz narrativa en primera persona, se empeña en mostrar una lectura viva de aquellos años trascendentales, no solo de su experiencia vital, sino de la de tantos otros jóvenes marcados, al igual que él, por una educación estrecha dirigida con vehemencia desde las aulas de los colegios e institutos. El narrador, por ello, exculpa de alguna manera a su círculo de influencias del devenir de los sucesos que determinarían el futuro de sus protagonistas, unos chicos que vivieron de diferente forma la transición de sus propias vidas hacia una madurez incierta.

Las transiciones cuenta en su haber con un estilo narrativo que no es nada pretencioso, sino espontáneo y auténtico. La sintaxis es concisa e impecable. Es, digámoslo claramente, el estilo lo que hace interesante el libro. La historia que cuenta es un tanto común a otras parecidas extraídas de la memoria histórica de todos los chicos de aquella época y, sin embargo, en última instancia hay algo sorprendentemente poético en su prosa, como si la banda sonora del relato se escuchara armónicamente, a pesar del hecho de restringirse a un solo intérprete y a un único punto de vista: el del propio narrador. No cabe duda de que este tipo de novela tiende a provocar la empatía del lector. Este tipo de personaje verosímil y narrador testigo, cuyo ser interior se expone a su vista, tiene su eficacia, y Valero lo acredita con solvencia.


El pasado reciente sigue siendo uno de los temas favoritos de la novela española del momento. Vicente Valero recurre a él con esta novela corta, una crónica generacional que cuenta un trozo de la historia inmediata de nuestro país por medio de los episodios experimentados por unos niños que crecieron en las postrimerías de un régimen moribundo, en un contexto histórico difícil y árido que, con la desaparición del causante, propiciaría nuevos cauces participativos a tantos jóvenes inquietos, como los que transitan por estas páginas, ávidos de aspiraciones y con la cabeza repleta de sueños y de buenas intenciones.

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