domingo, 6 de noviembre de 2016

Rompiendo el hielo

Contrariamente a lo que piensan muchos, no se escribe para entretener, aunque la literatura sea de las cosas más entretenidas que hay a nuestro alcance, ni siquiera se escribe para eso que se llama “contar historias”, aunque la literatura, ciertamente, está llena de relatos geniales. No –dice con rotundidad Vila-Matas en Kassel no invita a la lógica (2014)–: “Se escribe para atar al lector, para adueñarse de él, para seducirlo, para subyugarlo, para entrar en el espíritu de otro y quedarse allí, para conmocionarlo, para conquistarlo...”

Hermano de hielo (Alpha Decay, 2016), de Alicia Kopf, nombre artístico de Imma Ávalos (Gerona, 1982), nos traslada con su primera novela a la verdad secreta que promete ese espíritu vilamatiano, tan afín a ella, sobre la razón de escribir y su sentido de romper el hielo. Kopf, contraria a ese victimismo de muchos de no poder contar su propia historia, se anima a ello yendo al centro de su intimidad contándonos una historia suya, pero desvelándonos primeramente su fascinación por aquellos grandes exploradores polares hechizados por el hielo, a los que nos aproxima narrando sus logros, hasta recalar después en el hogar de su vida familiar, en los detalles pequeños que todos observamos en la vida diaria, así como en las vicisitudes familiares que cada uno sobrelleva a su modo. Para simplificarlo, llamemos a cada una de estas observaciones una experiencia sensorial propia. La singularidad de cada una de estas sensaciones, y el modo en que la autora las superpone con las experiencias vividas, forman la base de la comprensión y disfrute de este collage narrativo.

Este libro, galardonado con los Premios Documenta 2015 y Llibreter 2016, este último concedido por el gremio de libreros de Cataluña, y editado con primor y gusto encomiable, es, por un lado, un viaje simbólico que hace la autora al casco polar, a través de distintos pasajes donde cuenta las hazañas llevadas a cabo por sus exploradores más emblemáticos y, por otro, una escapada solitaria y liberadora a Islandia. En ambos casos, persiste un afán de indagar y de confrontar las metáforas de todos estos retos en condiciones extremas con las propias dificultades de la vida y, especialmente con asuntos propios que se rebelan en cada caso como preocupaciones generacionales de todas las épocas: la familia, la identidad, el aislamiento, la precariedad, el riesgo o el fracaso. “En las diversas perforaciones a través de los estratos del hielo –confiesa la narradora–, llegué al origen más primario de todos nosotros, la familia”.

Kopf utiliza la biografía como material narrativo y, aunque el título lo sugiere y el libro esté dedicado a su hermano autista, la intención de la escritora no es tanto escribir sobre él, sino explorar con intensidad el espacio polar existente a través de las expediciones históricas de Scott, Amundsen, Shackleton o Louise Boyd, la primera aventurera en sobrevolar el eje de rotación de la Tierra, como metáfora de toda obsesión épica y de toda lucha interior. Quizás lo más significativo del texto sea su empeño entusiasta por hacer explícito el concepto que lo motiva, el origen del proyecto narrativo y la manera singular de plasmarlo literariamente: una primera parte documental, otra autobiográfica y la última, la más breve, relatada como un diario de viaje.

En Hermano de hielo hay, por tanto, auto-ficción y ensayo, pero también crónica, memoria y diario, con la intención decidida de secretar una historia íntima y familiar. Kopf, que se pregunta si al leer a los demás nos leemos a nosotros mismos y se cuestiona si es “hacia dentro o hacia delante donde miramos cuando escribimos”, hasta llegar a la conclusión de que no se escribe sólo por gusto propio, sino que quien escribe de verdad tiene conciencia de no estar solo en el mundo y, a ella en particular, como dice en la posdata final, este libro le ha supuesto una exploración y un alumbramiento necesarios.

Alguien dijo que escribir es hablar sin ser interrumpido. Alicia Kopf se apura en ello a sabiendas de que después del silencio, la voz es lo único que no le debemos a nadie. “Escribir –confiesa– es como tener un hacha con la que romper el mar helado que nos habita”.

Hermano de hielo es un artefacto literario sorprendente muy bien escrito, una novela simbólica, vívida y nada convencional, con mucha significación artística, que no dejará indiferente a quien se embarque en la travesía que propone: un viaje, sobre un iceberg narrativo, henchido de literatura, obsesiones, afectos y conquistas personales.


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