jueves, 9 de noviembre de 2017

El halo de la escritura

Cada libro lleva el alma de quien lo escribió y, en gran medida, de quien lo publicó. La editorial Fórcola acaba de lanzar el mes pasado una segunda edición revisada de Clarice Lispector. La náusea lieteraria, que revitaliza su primera publicación de 2013, aprovechando el cuadragésimo aniversario de la muerte de la autora de Agua Viva. En este ensayo intenso y riguroso, que estudia en profundidad la narrativa y el sentir existencial de la obra de Clarice Lispector, la investigadora Carolina Hernández Terrazas (México, D.F., 1978) ha volcado su espíritu, poniendo todo su afán en examinar los entresijos del universo literario de esta escritora de culto para acercarnos, a la vez, a su condición femenina, a sus raíces judías, a las dudas vitales que siempre llevó consigo misma y a su permanente relación con ese vivir exigente de sortear el tedio y la náusea interior que tanto le habían absorbido durante su existencia y que no cesó de plasmar de forma palmaria unas veces, otras de forma velada, en su extensa obra.

En el prólogo del libro, la profesora titular de literatura portuguesa de la Universidad de Barcelona, Elena Losada Soler, incide sobre la vertiente existencialista de la vida y obra de Lispector y nos desvela que el libro de Carolina Hernández, nacido como tesis doctoral se ha convertido en un “ensayo completo y complejo”, motivado, entre otras razones, por el resultado de un trabajo intelectual bien documentado, tratado con rigor y emoción, siendo el primer estudio relevante publicado en España sobre la escritora brasileña.

Lispector falleció el día 9 de diciembre de 1977. Sobre su lápida quedó sellada una de sus grandes aspiraciones: “Darle la mano a alguien fue lo que siempre esperé de la alegría”. Antes de que este epitafio fuese fijado, la vida de Clarice tuvo un trasiego penoso de huida y largo recorrido. Nació en Ucrania, aunque nunca se consideró de aquella región rusa y nunca pisó su suelo. En 1920, su familia, de origen judío, huía del hambre y de la violencia desatada de los pogromos que se produjeron en medio de la guerra civil y del desasosiego extendido por la revolución bolchevique de 1917, con destino a América. Su infancia transcurrió en Recife, donde sus padres se instalaron cuando tenía dos meses, aunque pasó la mayor parte de su vida en Rio de Janeiro, aparte de los periodos pasados en el extranjero, al seguir los destinos diplomáticos de su marido. En la ciudad pernambucana leyó todo cuanto cayó en su mano. A los veintitrés años publicó su primera novela, Cerca del corazón salvaje, y ya no paró de escribir hasta sus últimos días.

Hernández Terrazas indaga en la vida de Lispector y, sobre todo, acude a la mejor fuente de respuestas: su obra. Y para ello, primeramente, como nos aclara en la introducción, acude a esos momentos asombrosos y reveladores tan presentes en Agua viva, uno de sus libros más significativos. Es en la epifanía del instante, subraya la ensayista, donde el mundo se revela tal cual es: “Clarice Lispector toma ese instante, lo manipula desde un fundamento de existencia y lo expulsa después de pasar por el proceso de la náusea a través del lenguaje”.

Más adelante, a través de un análisis pormenorizado de su producción literaria, nos desvela secretos y perspectivas, deteniéndose, especialmente, en otros de sus libros más destacados como La pasión según G.H., La hora de la estrella, Un soplo de vida y, desde luego, en sus reveladores y fascinantes cuentos. Conforme vamos avanzando en la lectura de su estudio, se alcanza a vislumbrar que se trata de una autora casi inabarcable, que invita a volver una y otra vez a visitar su obra para una mayor comprensión de su legado literario, fiel reflejo de su sensibilidad angustiada por el hecho de no saber por qué vive. Nos dice la ensayista, gracias a la exploración de sus textos, así como a los testimonios escritos por otros estudiosos sobre la misma, que nos encontramos ante una escritora introspectiva, “autora de silencios”, “de libros que son gritos de existencia”.

El tedio, el aburrimiento y la náusea son constantemente aludidos en su poética del hastío. Este asedio permanente hace que Clarice Lispector plasme en su escritura esa otredad nacida de ese apremiante estado de ánimo inconformista que actúa y vive con esa cierta pasión de dolor por el mero hecho de existir. Y es ahí, como apunta Carolina Hernández, en esa náusea física y metafísica, donde encuentra su finalidad ese existencialismo literario de Lispector, devolviendo su dignidad al lenguaje. Al fin y al cabo, como bien dejó dicho su admirado Sartre, “pensamos en palabras”.

Cuando cae en tus manos un libro indagatorio sobre el halo de la escritura de alguien a quien admiras, tan bien estructurado, tan intenso, pese a su brevedad, y tan apasionado como este, uno se atreve a proclamar con emoción y sin ambages lo que acaba de leer: una estupenda biografía literaria e intelectual de una de las más singulares representantes de las letras brasileñas.

Este libro pertenece, por tanto, a esa estirpe de obras escritas con pasión y rigor que animan a seguir leyendo ensayos, un género precursor de la curiosidad, del análisis y del subrayado que a no pocos lectores nos cautiva tanto.

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